martes, 3 de noviembre de 2009

ENTREVISTA A UN ENOLOGO FRANCES MICHEL ROLLAND



-¿Cuánto hace que trabaja con bodegas argentinas?
Justo veinte años. La primera vez que vine a la Argentina fue para trabajar con Etchart en Cafayate. Me contactaron por teléfono; el problema era que yo no hablaba español y ellos no hablaban francés. Y en estos veinte años por lo menos aprendí a hablar español. Mal, pero lo hablo. Cuando Etchart se vendió al grupo francés Pernod Ricard, me fui a Mendoza para asesorar a Trapiche y desde ese momento trabajé con más de una decena de bodegas argentinas.


-¿Cuánto cambió el negocio del vino en la Argentina en estos veinte años?
Son el día y la noche. La industria argentina estaba volcada exclusivamente al mercado interno y cuando llegué al país sólo se exportaba vino a granel. En los 90, todo cambió. La Argentina tuvo que modificar su estilo de hacer vino para crecer al exterior, porque lo que se hacía localmente no era lo que quería el mundo. La gran ventaja era que había una base, porque el país tenía una implantación de uva malbec importante, que es la variedad emblemática de la Argentina.


-¿El futuro del vino argentino sigue estando muy ligado al malbec?
La Argentina no tiene que cambiar de variedad. Está funcionando tan bien con el malbec que no veo ninguna razón para probar otra cosa.


-¿En el nivel internacional no hay peligro de que el malbec sea una moda pasajera?
En todos los campos hay modas que se deprecian y otras que siguen en el tiempo. Y la responsabilidad no es de la moda, sino de la gente que está detrás.


- ¿Cree que la industria argentina está haciendo las cosas bien en el exterior para evitar ser una moda?
Hasta ahora, sí.


-¿Qué mercados ve con mayor potencial para los vinos argentinos?
Acá hay mucho interés por el Reino Unido, pero el consumidor inglés es el peor del mundo. En Inglaterra te piden siempre el vino que no tenés y a un precio al que no querés vender. Con Clos de los Siete -el proyecto en Mendoza en el que participo como accionista- directamente, la decisión que tomamos fue no vender a Inglaterra.


-¿Y a qué atribuye tanta fascinación por entrar en Inglaterra?
El problema es que hasta hace unos años, el único gran exportador de vinos era Francia y su mercado número uno era Inglaterra. Por eso, ahora, todo el mundo que quiere exportar busca seguir los pasos de Francia desarrollando el mercado inglés, lo cual es un error, habiendo otras plazas fantásticas y con gran potencial como Asia, Rusia, Estados Unidos, Canadá, o el norte de Europa, que son mucho más fieles y confiables.


-En la Argentina funcionan más de 1000 bodegas. ¿Hay lugar para todas o se viene un proceso de concentración del mercado?
Por supuesto que pueden sobrevivir, porque el mercado mundial es enorme y hay lugar para todas las bodegas argentinas. La Argentina sólo tiene el 2% del mercado mundial.
Imagen para mejorar


- ¿Van a llegar nuevas inversiones al país?
Las inversiones en el negocio del vino en los últimos años fueron muy importantes. La llegada de nuevas empresas y grupos no es un problema de la falta de fondos sino de que los gobiernos y los países no compliquen demasiado la vida de los inversores. Un inversor no va a un lugar donde puede tener problemas.


-¿Y la imagen argentina en el exterior es problemática?
Está en el límite. Es como el vino: siempre se puede mejorar.


-¿Cómo evalúa la calidad de los vinos argentinos?
A fines de los 90 probé 170 muestras de vinos argentinos y había 30 que no me convencían. Dos años después hice una cata de 250 vinos y había 20 que no tenían la calidad suficiente para participar en este tipo de concursos. En noviembre pasado, de los 350 vinos que probé sólo había cinco malos. Es decir que en diez años prácticamente desaparecieron los vinos malos del mercado y eso es un dato importante, que demuestra cómo avanzó el país en una década.


-¿Cómo afecta al negocio local la llegada de inversores de otros rubros que desconocen cómo se maneja el negocio del vino?
No es un problema. La Argentina no inventó nada en este sentido. Hace 50 años que Francia vive un proceso similar, con gente que viene de otros negocios e invierte en el mercado del vino, y la mayor consecuencia es una revalorización de las propiedades y las tierras.


-¿Qué puede pasar con el valor de las viñas en la Argentina?
Van a subir. Hace cuarenta años mi padre decía que los precios en Francia estaban completamente locos y que nadie podría pagar lo que estaban pidiendo por las tierras, pero esto siempre fue así. La tierra tiende siempre a subir y a lo sumo lo que puede pasar en un momento es que haya un estancamiento de los precios.


-¿Cómo pueden afectar a la Argentina los cambios climáticos?
Es un peligro para todos los países productores; no sólo para la Argentina. Por ahora, no se ven cambios importantes por un aumento de temperatura, aunque sí se perciben los efectos de las inconsistencias del clima. Las lluvias son más fuertes y en invierno, las temperaturas son más extremas. Igualmente, la Argentina tiene una gran ventaja, que es la posibilidad de trabajar con la altura en la producción de vinos, aprovechando para plantar en la cordillera. Hasta hace unos años me decían que era imposible hacer vinos a 900 metros y hoy ya estamos trabajando a 1200 metros.

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